—Vainilla, pero no la esencia que Mamá usaba cuando horneaba esas galletas con chispas de chocolate que me gustaban —aspiré—. Era aguda, fresca, como las largas vainas de vainilla que a veces se venden en el mercado. Había algo más con eso, floral, como el intenso aroma de los árboles de magnolia cuando estaban llenos de flores maduras que habían sido empapadas con la lluvia.
—Parpadeé ante la luz amarilla, aspirando profundamente otra vez, luego me quedé rígida al darme cuenta de lo que estaba pasando.
—Me sentía eléctrica, mi pecho se apretaba con anticipación repentina. Esto era. Esto es por lo que había estado esperando; ¡tenía que ser! Mi compañero estaba cerca. Muy cerca.