—Mi imbécil de hermano nos prohibió a todos hablar con Rosalía, pero no pudo prohibirme pasar de vez en cuando por su tienda. Ansiaba entrar, pero no quería enfadar más al Rey Pícaro de lo que ya estaba.
—Iba camino a hablar con Vicky, más que nada para desahogarme puesto que ella tampoco tenía respuestas, cuando vi a una joven detenerse frente a la tienda de Rosalía. La observé atentamente para ver qué hacía y noté que tenía un ramo de flores en la mano, y parecía que estaba rezando.
—Cuando terminó, dejó las flores junto a la tienda y se giró para marcharse.
—Disculpe —le dije, acercándome a ella corriendo—. ¿Esto para qué es?
—Sus ojos se abrieron ligeramente, como si pensara que estaba en problemas. Forcé una sonrisa en mi rostro, lo cual se sentía antinatural, dada mi emoción, pero ella se relajó un poco. —Le traía flores a la señora encantadora de la tienda —explicó—. No me permiten entrar, pero quería agradecerle su amabilidad.