**POV de Rosalía
No había estado mucho tiempo en la cabaña cuando sentí que alguien me observaba. Sentí que necesitaba marcharme, y justo cuando recogía a mi bebé en brazos para irnos, esa sensación desapareció.
Era el anochecer. Me acerqué a la ventana para ver si había alguien afuera. Mis dedos temblaban ligeramente mientras corría las cortinas para mirar hacia fuera. Estudiando las largas sombras que proyectaban los árboles, intentaba ver si había alguien. Mi concentración estaba completamente en la escena frente a mí cuando un ruido detrás me hizo saltar, girando, lista para protegerme.
—¡Seraphine! —grité, cayendo sobre el sofá en el que me apoyaba—. ¡Diosa! ¡Me has asustado hasta la muerte!
—Lo siento, Rosalía —dijo ella—. Me habían asegurado que estabas aquí. No quería asustarte. Llamé suavemente antes de entrar, pero no te escuché decir nada, y pensé que podrías estar durmiendo.