**POV de Rosalía**
De repente, el peso del cuerpo sobre mí se levantó y mis muñecas fueron liberadas.
Casi al mismo tiempo, se me echó una manta suave sobre el cuerpo.
Abrí los ojos incrédula.
Él se detuvo. ¿Por qué?
Mi mirada se dirigió a su rostro mientras él se apoyaba en la cama. Su expresión parecía distante y tal vez un poco preocupada—no estaba segura.
Luego observé cómo se retiraba y recogía su ropa.
Podía ver la amplitud de su espalda, las curvas y la firmeza de cada músculo. No había más que poder irradiando de él. Era el hombre más grande y al mismo tiempo el más apuesto que había visto jamás.
Mientras abotonaba su camisa, me di cuenta de lo cobarde que era.
Lo había arruinado...
No, no podía fallar en esta tarea. No podía decepcionarlo. ¡Tenía que hacerlo!
Si no lo hacía, ¿qué sucedería con mi manada, mi padre... y yo?