La ansiedad activó mi adrenalina bombeando a través de mis venas. Mi cabeza giraba, cómo podía pasar todo esto, hace una hora todo estaba bien y normal. Ahora Tom estaba muerto. Se había ido, otra persona muriendo por mi culpa, y esta vez era totalmente mi culpa.
La puerta trasera se abrió, y me deslicé tan lejos como el asiento me lo permitió, mi espalda golpeando la puerta. Tobias se sentó a mi lado. Theo saltó al asiento del conductor y salió disparado del estacionamiento, el coche derrapando en la salida. Tobias extendió la mano hacia mí y le pateé en el hombro. Grunó y agarró mis piernas aprisionándolas en el asiento.
—Lo mataste, lo mataste jodidamente. Aléjate de mí. Monstruo jodido —grité. Theo pisó los frenos y fui lanzada al suelo del coche. Tobias se inclinó y agarró el frente de mi blusa y me arrastró de vuelta al asiento. Estábamos en un tráfico denso. Trató de abrocharme el cinturón, pero le arañé la cara tratando de alejarme de él.