Me levanto de un salto; Tobias se acerca a mí y me agarra del brazo. —¿Por qué no estás comiendo?
—Quiero irme a casa —le digo, ignorando su pregunta y tratando de liberar mi brazo. Su agarre es demasiado fuerte y su brazo ni siquiera se mueve, como si estuviera tirando de una pared de ladrillos.
—Esa no es una opción, ya lo sabes —gruñe Tobias enojado, sus ojos oscilando entre su azul habitual y el ónice negro. Tobias me arrastra hacia la puerta, con la intención de llevarme escaleras abajo.
—Tobias, suéltame, me estás lastimando. —Él me suelta y en cambio me carga al hombro al estilo cavernícola. Golpeo su espalda una vez y solo consigo lastimar mi propia mano. Tobias me da una palmada en el trasero desnudo y yo salto; el ardor fue intenso y me hizo llorar.
—No tenías que golpearla tan fuerte, Tobias —regaña Theo. Puedo sentir cada dedo marcando en mi piel.
—Tiene que aprender —simplemente dijo Tobias.