Esas cuatro palabras habían llegado a sus oídos sin significado al principio, y ella asintió casualmente hasta que su cabeza se detuvo a mitad del gesto y lo miró directamente, sintiéndose debilitar por el impacto de la noticia.
—Eso es— ¿cuándo?
—Él se encogió de hombros. —Ayer.
—¿Fue—? —ella podía sentir las lágrimas acumulándose en sus ojos. Por alguna razón, se estaba culpando a sí misma.
—No fue el dragón. Fue un sueño pacífico.
—¿C—cómo? —Sacudió la cabeza. —No, no creo que eso sea cierto. Todos pensamos que el Rey había muerto antes y— —tragó saliva, sintiendo un nudo en la garganta. —¿Dónde está ella?
—Cremada.
—¿Qué?! —Exclamó a media voz, casi susurrando, sorprendida.
—Ella es mi esposa. Hice lo que fue necesario.
Belladonna tragó saliva, mirando a su alrededor pero sin ver realmente nada, podía sentir el dolor en su corazón, cuán pesado y doloroso era.