En ese momento, estaba segura de que moriría.
No podía deducir cómo se sentía al respecto, el rugido atronador del dragón hacía que todo temblara hasta tal punto que vibraba en el suelo donde había caído.
Su corazón latía fuertemente, el palpitar de su pecho era doloroso hasta el punto de que podía sentirlo en sus pulmones, garganta, en todas partes.
Sus ojos estaban cerrados fuertemente, sus párpados le dolían de lo fuerte que los estaba apretando, sus labios temblaban y aunque sentía la necesidad de llorar por su miedo, sus lágrimas la habían abandonado, su garganta la traicionó y su lengua se sentía clavada al techo de su boca.
No podía decir una palabra.
Caían pequeñas rocas desde la parte superior de la guarida sobre ella, como si fuera a colapsar en cualquier momento.
Quizás eso era lo que la bestia quería. Verla morir por algo más que por sus llamas, aplastar esta guarida sobre ella, enterrarla viva y darle un 'entierro adecuado' a su maestro.