Movió su mano de su cintura y antes de que ella pudiera retroceder ligeramente por la liberación de presión, las tenía en sus muslos con un agarre firme, la sensación del cuero de sus guantes en su piel un poco áspera.
Con una necesidad instintiva de apretar sus muslos, lo montó aún más y soltó un jadeo tembloroso mientras sus dedos se hundían en su carne por lo apretado que se había vuelto su agarre. Su mano resbaló de su cara para encontrarse con su hombro y lo agarró, al igual que la otra lo hacía con el otro. Su piel estaba cálida bajo su palma y parecían flexionarse bajo su toque.
Ella se daba un gran discurso en su cabeza para detener sus acciones, esforzándose mucho en negar la orden de mecerse contra él y alcanzar su orgasmo que su cuerpo le estaba enviando.