—Deberías empezar a quitarte el vestido.
Belladonna frunció el ceño, intentando alejarse de él, pero encontrando que sus pies rehusaban obedecerla, de hecho, todo su cuerpo rehusaba obedecerla.
Eli no observó su nerviosismo y si lo hizo, no lo demostró mientras entraba a la habitación y colocaba su máscara sobre la cama. Se movía por el espacio como si lo poseyera, era una vista digna de admiración. Una que Belladonna no podía apreciar completamente debido a su corazón acelerado.
—Él la miró y le levantó una ceja interrogativa.
—Ya deberías haberte desvestido, Donna.
—¿Todo? —logró preguntar ella y él frunció el ceño, mirándola con una profunda evaluación.
—Especialmente ese vestido. Tienes que cambiarlo, está manchado de tierra —él cubrió la distancia entre ellos en tres grandes pasos y tomó su muñeca, llevándola a su armario—. ¿Te caíste en tu camino al refugio?
Las cejas de Belladonna se unieron en una línea mientras trataba de recordar si eso había sucedido.