Cuando Kestra entró en la habitación que se había reservado para su trabajo, junto con los trabajadores del calabozo que la habían ayudado a traer el cuerpo a su habitación, su sonrisa disminuyó, desapareciendo por completo después de que chasqueara los dedos para que se fueran y cerrara la puerta firmemente justo después.
Las gemas que colgaban en diferentes lugares de la habitación le proporcionaban luces tenues de distintos tonos, lo único para lo que creía que se utilizaban. El fuerte olor de diferentes hierbas al chocar unas con otras llenaba el aire y el burbujeo de algo hirviendo sin fuego a cierta distancia en un gran pote de arcilla negro añadía un tono agradable.
Kestra tomó una profunda respiración. Por Ignas, este lugar era el único que ahora le proporcionaba tranquilidad y paz...
...y responsabilidades.