Estas personas paradas frente a ella eran personas que había conocido durante muchos años de su vida, de hecho, había incluso una adición.
Un niño pequeño de un par de meses en el brazo de su madre.
—Cuando recibimos la invitación, nos sorprendimos —dijo Aniya, apenas capaz de contener la emoción, que centelleaba en esos grandes ojos marrones suyos que gritaban inocencia infantil. No había cambiado mucho realmente acerca de ella excepto que ahora, ella era madre.
—Me sorprende verte, madre y padre. No sabía que vendrían —también se preguntaba dónde estaban los padres de Lytio. ¿No eran ellos de más importancia cuando se trataba de la invitación? ¿O era Lytio el Jefe del Pueblo ahora?
—Bueno, queríamos ver cómo te iban las cosas —las palabras se forzaron entre los dientes de su madre, el desprecio en sus ojos visible para todos mientras evaluaba a su hija.