Aún era una sorpresa para Mayti todo lo que había ocurrido aquella noche.
Cómo había pasado de estar en el comedor con Kuftan a su lado, a la mazmorra y ahora libre en el carruaje de camino a casa.
Por Ignas, era una maravilla, pero aun así no podía evitar el leve temblor de su cuerpo, que permanecía tenso ante cualquier posible peligro que pudiera estar acechando.
Aún no estaba fuera de peligro.
Lo sabía.
Alguien golpeó la ventana de su carruaje y ella dio un salto en su piel, sobresaltada sin duda, antes de acercarse a ella, dudando incluso mientras lo hacía, hasta que no pudo contenerse más y finalmente levantó la ventana del carruaje.
Era el rostro que había estado esperando.
Basti.
El guerrero más confiable del Jefe del Pueblo de Inaymi. Estaba a la llamada de su maestro, sirviéndole como un perro leal.
Eso había sido lo que Mayti solía ser para Kuftan hasta esta noche.