Belladonna estaba la más confundida.
Esta conversación se había desviado.
—No lo hago.
¿Por qué Lady Kestra siquiera pensaría eso?
Sus rasgos se relajaron en alivio y una lenta sonrisa jugueteó en las comisuras de sus labios.
Lady Kestra parecía tener distintos tipos de sonrisas, cada una adecuada para cada situación y de alguna manera siempre parecía tener la sonrisa correcta en cada instancia.
Excepto esa sonrisa amplia.
Esa amplia sonrisa que siempre dolía incluso mirar. Debe ser por su perfecto conjunto de dientes blancos, tal vez por eso le encantaba mostrarlos tanto, porque eran simplemente tan hermosos.
Sin embargo, con su mirada clavada en la de ella, Belladonna sintió la necesidad de mantener su posición y dejar las cosas claras. Así que se levantó de pie y dio un par de pasos lejos de la silla. Sus ojos pasaron por su máquina de coser y recordó brevemente que no había entregado suministros para ningún pedido hoy.