Se preguntaba si esto era a propósito o si su mente realmente se había nublado por lo peligroso que era esta posición. A pesar de su instinto de llevar sus manos a su cintura, las mantuvo apretadas en puños y enterradas en la cama.
—Donna.
La punta de su nariz se frotaba contra sus escamas mientras las olfateaba inhalándolas. Cerró los ojos momentáneamente tratando de reorganizarse ante la lucha que tenía dentro de sí. La necesidad floreciente, el deseo encendido.
No.
Debía ser el lógico aquí.
—Donna, tienes que parar—ah.
El tirón brusco de su pelo hacia atrás detuvo sus palabras abruptamente, un gemido que casi sonaba como un quejido se le escapó de los labios mientras algo se sacudía en su interior.
Tragó saliva, mirándola con ojos marrones que desprendían asombro y sorpresa, su respiración temblorosa con la lujuria que corría por sus venas, tensándose con la promesa de un escándalo contra toda la restricción que desesperadamente intentaba imponer.