Honestamente, en este punto sentía que su miedo era infundado. Si llegara a quedar embarazada, Eli ciertamente no se volvería contra su propio hijo, pero la idea de ir en contra de una promesa que había hecho durante tanto tiempo no le sentaba bien.
Era una especie de control que tenía y que no estaba lista para perder. Tampoco tomar acciones que podrían ponerla en riesgo de perderlo.
—Preferiría que no. Es demasiado...
—¿Demasiado qué? —preguntó él.
—Tentador.
Él soltó una carcajada, inclinándose para un beso.
Su mano se movió instintivamente, las llaves tintineaban por el movimiento repentino cuando las levantó entre ellos para crear un obstáculo.
—También vine a devolverte tus llaves.
—Quédatelas —bajó sus manos, acercándola más—. Por si acaso necesitas emboscarme otra vez.
—No lo haré.