—Aquí está mi familia.
La tela negra que había estado sobre la pintura resbaló al suelo.
La habitación estaba tal como Belladonna la había dejado el día que había estado aquí, diferentes pinturas habían sido bajadas y cubiertas y la habitación olía un poco a polvo, pero esta no era la pintura que había visto el día que entró.
Esta pintura lucía diferente. Se veía viva... de alguna manera.
En este gran marco, había cuatro personas.
Su madre, una mujer delgada con penetrantes ojos capuchinos color ámbar que tenían un destello de humor en ellos, cejas negras y atrevidas, pómulos altos acompañados de un cuello que parecía un poco estirado. Su cabello color ámbar estaba hecho en una gran trenza de maíz, dejando solamente unos mechones ondulados sueltos para cubrir algunas partes de su rostro.