Un golpe.
Finalmente fuera del baño y vestida con su sencillo vestido de seda dorado con encaje azul diseñado, ribeteado alrededor del escote, Belladonna abrió la puerta, esperando a Raquel como de costumbre, pero en su lugar había guardias en la puerta, con cajas diferentes en sus manos, apiladas una encima de otra, lo suficientemente altas como para cubrir algunas de sus caras.
Como si los cascos que tenían que llevar no fueran ya suficiente problema para empezar.
¿Qué estaba pasando?
—Mi Dama. Ya está despierta. Bueno. —Raquel le mostró una sonrisa.
—¿Qué está pasando?
—Regalos de la gente, de anoche. Por favor, ¿podemos entrar?
—Por supuesto —se hizo a un lado para que pudieran entrar y los guardias entraron apresuradamente, poniendo los regalos a un lado de la habitación, hasta que finalmente dejaron la última caja y se fueron.
—Todo esto es demasiado. —Belladonna dijo con un suspiro.