Era una línea en espiral, que se extendía en tres ángulos diferentes, rizada en cada extremo. Era pequeña, negra. Nunca la había visto antes hasta esta noche.
—Tú también la tienes —levantó la vista hacia Raquel, pero como la mirada ajena en sus ojos no cambió, añadió—, el tatuaje.
—Ah, eso —Raquel soltó una risita—. Todo el mundo la tiene —entrecerró los ojos, mirando a Belladonna como si buscara algo que debería estar allí, antes de darse por vencida y mirarla de nuevo con curiosidad—. ¿Tú no?
Belladonna retiró su mano del hombro de Raquel, negando con la cabeza.
—No.
—P-pero todo el mundo la tiene —una sonrisa se extendió por sus labios, una demasiado amplia—. Una vez que nace un niño, recibe el tatuaje. Es una señal de que eres uno de nosotros.
—Uno de ustedes. ¿Quieres decir la gente?