—¿Es esa la última? —preguntó Raquel, tomando la cesta de la criada que se las había traído.
Apenas eran las primeras horas de la fría tarde y ya ella había vuelto y las cestas estaban vacías.
—Sí, señora —su voz era un poco más profunda que su estatura y cualquiera que solo estuviera escuchando no imaginaría a una persona tan diminuta con una voz tan vibrante—. ¿Deberíamos esperar para tomar más?
Raquel negó con la cabeza, esa era la última cesta que Colin le había traído del Rey y él había dicho que era la última que quedaba.
Incluso si su señora ya estaba despierta, lo que probablemente no estaría si estaba durmiendo profundamente, entonces no había necesidad de esperar.
Raquel tenía una creencia diferente sobre el sueño. Creía que cada noche que uno lo rechazaba, se contabilizaba una deuda. Una deuda de la que no se podía escapar. Finalmente se pagaría durmiendo 'todo el sueño' que se había estado negando a dormir, llenando todos los huecos.