Inmediatamente, sintió que la mano de Lady Kestra la tomaba para levantarla, mientras ella se posicionaba frente a ella, protegiéndola.
—Vayan por su camino —dijo en voz baja a la multitud. Esa fue la primera vez hoy, que Belladonna había escuchado ese tono dominante que siempre usaba con ella cuando acababa de llegar al castillo.
Todos se marcharon, murmurando entre ellos.
—No te desprecian —dijo Lady Kestra mientras se alejaban del puesto—. No te sientas terrible, no te odian.
Bueno, eso no era lo que le preocupaba. De hecho, ni siquiera sabía de qué había estado preocupada y no podía estar exactamente segura de lo que sentía.
—No están acostumbrados a ver cicatrices. Están horrorizados de que tengas tantas. Aunque es algo bueno, no te sientas mal, ahora tienes su compasión.
Pero ella no quería su compasión, ni saber que estaban horrorizados de ella hacía algo por hacerla sentir mejor.