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Danika solo puede observar lo que estaba sucediendo. Estaba demasiado atónita. Demasiado impactada.
Después de que Vetta se marchara enfurecida, Kamara dirigió su atención hacia ella. Extendió su mano.
Danika colocó su mano en la de ella, y la ayudó a levantarse del suelo.
—Muchas gracias por tu ayuda, Princesa Kamara. Lo aprecio —dijo Danika sinceramente. Nunca esperó esto para nada.
Kamara la hizo un gesto con la mano para que se detuviera. —Oh, basta de "Princesa Kamara", no de tu boca también. A veces me enferma y cansa escucharlo.
—Oh... —Ella no sabe qué decir a eso.
—Puedes llamarme Kamara, y yo te llamaré Danika.
—Pero eso no es correcto. Ya no soy una princesa, ahora soy una esclava —Sus mejillas se sonrojaron de vergüenza.
—La ropa no importa. Lo que importa es la sangre que corre por tus venas —citó la Princesa Kamara—. Mi madre siempre me lo dice.