—¡EMILY! —grité enojado después de entrar en su condominio. La encontré sentada en el sofá bebiendo vino y comiendo pizza.
—¿Qué mierda hiciste? —le gruñí y pateé la mesa de café. Se volteó y la pizza se esparció por el suelo.
Sus ojos siguieron su comida antes de mirarme otra vez. Se lamió los labios mientras me devolvía la mirada con ojos vacíos.
—¿Qué?
Aprieto los dientes. —¿Moviste tus influencias y nos sacaste un jodido acuerdo prenupcial?
Su ceja se arqueó mientras inclinaba la cabeza y una sonrisa curvó sus labios. —Te diste cuenta, ¿eh?
Le agarré las mandíbulas y presioné mis dedos en su mejilla mientras la miraba fijamente. —¿Crees que no podré conseguir tu riqueza por eso? Nada puede detenerme. Ni siquiera la ley.