Roger miró su teléfono, frunciendo el ceño en frustración ya que otra llamada a Demitri quedó sin respuesta.
Anteriormente, cuando había dejado a Lucio, ni siquiera había entrado en la casa, distraído por una llamada urgente de Zayne. Ahora, intentaba descifrar qué había afectado tanto a Lucio que terminó en el bar.
—Vamos, Demitri, contesta —murmuró Roger en voz baja, marcando una vez más.
La línea sonó brevemente antes de cortarse nuevamente, dejando a Roger mirando la pantalla en blanco. Su paciencia se desgastaba, pero sabía que no debía desobedecer las instrucciones de Lucio de quedarse quieto.
Enfadar a Lucio nunca era una opción sabia, a menos que quisiera lidiar con las consecuencias: un lenguaje afilado en el mejor de los casos o un puñetazo en la mandíbula en el peor.