—¡Bienvenido a casa! —Alekis saludó con calidez, su vibrante sonrisa iluminando la gélida tarde mientras se encontraba justo afuera de la gran mansión, esperando con ansias la llegada de Lucio y Layla. Detrás de él, Fiona y Roderick estaban parados en silencio.
—Padre, está congelando aquí afuera. No deberías estar de pie en el frío —dijo Lucio con una preocupación suave, frunciendo el ceño mientras avanzaba.
—Tonterías, estoy perfectamente bien —respondió Alekis con una sonrisa tranquilizadora. Se acercó y colocó una mano afectuosa en la espalda de Lucio, guiándolo hacia la entrada.
Juntos, el grupo se adentró en la casa.
Cuando llegaron al amplio dormitorio que una vez perteneció a Lucio, Alekis se tomó un momento para mirar alrededor antes de hablar.