Lucio suspiró suavemente, poniendo el teléfono en altavoz y colocándolo en su regazo. —Papá —susurró, su tono una mezcla de calidez y cansancio.
—¡Lucio! —La voz de Alekis se escuchaba a través del teléfono, temblorosa de emoción—. ¿Te sientes mejor? ¿Te duele algo?
—Papá, estoy bien —respondió Lucio firmemente, esperando aliviar la preocupación de su padre—. No hay nada de qué preocuparse. Por favor, descansa. Nos veremos en la mañana.
Hubo una pausa antes de que Lucio continuara, su voz suavizándose. —¿Está Fiona ahí contigo?
—Sí —respondió Alekis, su voz ahora más estable—. Fiona y Roderick están aquí.
—Bien. ¿Puedes pasarle el teléfono a ella por un momento? —Lucio pidió.
Después de algunos sonidos amortiguados al otro lado, la voz familiar de Fiona se dejó escuchar. —Lucio, estábamos tan preocupados por ti. ¿Estás seguro de que no necesitas que yo o Roderick vayamos al hospital esta noche?