—¿Lograste lo que quería? —una voz profunda y autoritaria resonó por la habitación tenuemente iluminada. La figura de un hombre sentado en una silla de cuero apenas se distinguía, iluminada solo por el tenue resplandor de un solo foco. Una pierna estaba cruzada sobre la otra.
—Lamento decirlo, pero la bala le dio a Lucio en su lugar —tartamudeó el tirador, su voz temblaba de miedo.
El hombre en silencio alcanzó el cigarro encendido que descansaba en el cenicero. Lo llevó a sus labios, tomó una larga calada. Exhaló una espesa nube de humo, inclinando la cabeza hacia atrás como si ponderara la gravedad de la situación. —Heriste a la persona equivocada —finalmente dijo.
—Por favor, perdóname, señor —suplicó el tirador, con la cabeza inclinada hacia abajo. Se arrodilló en el suelo, con las manos sobre los muslos en una postura sumisa. —Es la primera vez que cometo un error. Juro que no volverá a suceder. Por favor, perdóname esta vez.