Lucio detuvo el coche frente al imponente edificio de cristal que llevaba el nombre de Organización Anderson en negritas letras metálicas. —Hasta aquí podemos llegar —dijo firmemente, su mirada parpadeando hacia la entrada del edificio.
Ruby salió del coche, sus tacones haciendo clic en el pavimento mientras entregaba las llaves al chofer que esperaba, habiendo aparecido prontamente para tomar el relevo.
Sin echar una mirada atrás, avanzó con confianza hacia la gran entrada del edificio.
—¿Por qué entró ahí? —murmuró Layla, frunciendo el ceño en confusión. Se inclinó hacia adelante ligeramente, su curiosidad superándola. —Deberíamos seguirla —agregó con decisión, ya alcanzando la manija de la puerta.
Lucio asintió, mirándola brevemente. —Ve y espérame en la entrada. Aparcaré el coche y te alcanzo —contestó.