—Has cultivado tu propio huerto aquí, Abuela —observó Lucio con admiración.
—Es mucho mejor que cualquier cosa que puedas encontrar en el mercado —respondió la Señora Alessia con un dejo de orgullo—, antes de instruirle que regara bien las plantas.
—Ya me pongo en ello —dijo Lucio con una sonrisa—. Echó un vistazo hacia ella, preocupación matizando su tono—. ¿Por qué no te sientas un rato? Estar mucho tiempo de pie podría afectar tus rodillas.
La Señora Alessia asintió y se dirigió al porche, acomodándose bajo la sombra del tejado inclinado. Lo observó trabajar, una sonrisa cariñosa suavizando sus rasgos.
—Nunca pensé que te volvería a ver después de todo este tiempo —dijo ella, su voz reflexiva—. ¿Estás contento con tu vida ahora?
—Lo estoy —respondió Lucio con calidez.