Lucio entró en la habitación, sus botas produciendo un suave golpe contra el suelo de madera. Junto a la ventana, Layla estaba sentada con las piernas colgando en el borde, la fresca brisa nocturna jugueteando con su cabello. Su cabeza descansaba ligeramente contra el marco de la ventana, su mirada perdida en la oscura inmensidad del exterior. Al sonido del cierre de la puerta, se giró, sus ojos encontrándose con los de él.
—Tardaste en llegar —dijo ella, su voz una mezcla de leve reproche y tranquilo alivio.
—Estaba con Demitri —respondió Lucio, su tono firme pero teñido de preocupación. Cruzó la habitación con rapidez, sus ojos entrecerrándose al observar su posición precaria. —¿Pero por qué estás sentada así?
Sin esperar respuesta, se inclinó hacia abajo, sus manos enmarcando a ella contra el marco de la ventana, atrapándola en su lugar.
Su cara estaba tan cerca que su mejilla rozó la de ella, el calor de su piel un marcado contraste con el aire frío.