Alekis revisó cuidadosamente los documentos finales preparados para el nombramiento del próximo Presidente. Con un suspiro, cerró el expediente y lo guardó bajo llave en el cajón de su escritorio. Sus ojos se desviaron hacia una fotografía enmarcada en la esquina de su escritorio, su expresión se suavizó mientras miraba la imagen de Antoine.
—Roderick no es apto para este puesto —murmuró, casi como si hablara con el hombre en la foto—. Si aún estuvieras aquí, Antoine, nunca le habrías confiado este legado a tu hijo. Debería haber sido para Lucio. Pero esto es lo que te prometí cuando fuiste bendecido con un niño.
Un firme golpe en la puerta lo sacó de sus pensamientos. —Adelante —dijo.
La puerta se abrió y Fiona entró, equilibrando una bandeja con una tetera humeante y una delicada taza de porcelana. Sus pasos eran medidos, su presencia elegante.