Roger alzó su copa, haciéndola tintinear contra la de Aiden con un chasquido antes de llevársela a los labios. Los dos hombres se relajaban en los lujosos sillones de cuero del salón tenue del segundo piso.
—Roderick está aquí —comenzó Aiden, su voz baja pero deliberada—. Le dijo algo a la Señora más temprano hoy. Parecía molesta después de su reunión.
Roger exhaló pesadamente, poniendo su copa en la mesa auxiliar. —Roderick —murmuró, su tono teñido de desdén—. Está obsesionado con traer de vuelta a la Señora. Y Sylvia—ella está justo ahí ayudándole. Ambos son serpientes. Si tan solo pudiera darles una lección que no olvidarían.
Aiden asintió secamente, su expresión grave. —Aléjate de Sylvia. Sabes que ni siquiera le agradas.