El teléfono de Roger zumbó con otro mensaje de Aiden, pero antes de que pudiera leerlo, la voz autoritaria de Lucio resonó por el gimnasio.
—¡Roger! —Lucio ladró, su tono agudo e impaciente.
Roger se puso firme, esforzándose por parecer compuesto. —¡Sí, Jefe! —respondió, incluso mientras su corazón latía de miedo.
—Ten un duelo conmigo —exigió Lucio, sus ojos ardían de ira.
La boca de Roger se secó. —¿Y-yo? No, Jefe, quiero decir— Se atropelló con las palabras, luego intentó recuperarse rápidamente. —Realmente no creo que sea una buena idea. Tus golpes... son letales —agregó con una risita nerviosa, tragando fuerte. Su mirada se desvió hacia el lado, donde el boxeador profesional que había estado entrenando con Lucio momentos antes ya estaba saliendo del ring, empapado en sudor.
Mientras el boxeador pasaba por su lado, se inclinó y susurró con una sonrisa cómplice, —Tu jefe está encendido hoy. Buena suerte —antes de irse sin mirar atrás.