—¿No íbamos a ver la película? —La voz de Layla rompió el silencio, sacando a Lucio de sus pensamientos.
—¿Qué? Oh, sí. Pero pensé que estabas ocupada en el jardín —dijo él, su tono suave pero distante.
—Lo estaba —respondió Layla con una pequeña sonrisa, avanzando más en la habitación—. Pero ya estoy libre. Quiero que salgamos a ver una película. En un teatro. ¿Qué te parece?
Mantenía su voz ligera y acogedora, esperando sacarlo de la nube oscura en la que parecía perdido. Debajo de su comportamiento alegre, su corazón sufría por el hombre que tenía delante—el hombre que había estado tan roto que había intentado acabar con su vida.
—Está bien —dijo al fin, su voz con un rastro de gratitud—. Vamos.
La sonrisa de Layla se amplió con alivio. Ella había jurado curarlo, sanar su alma por completo.