—Me seduces en los momentos y lugares equivocados —murmuró, sus labios rozando su sien.
—¿Entonces debería dejar de hacer eso? —bromeó con un tono juguetón.
—No —respondió Lucio firmemente mientras colocaba un mechón suelto de cabello detrás de su oreja—. Me gusta. Nunca dejes de hacer eso —susurró, su aliento cálido contra su oreja, enviando un escalofrío por su columna vertebral.
—Por cierto, tengo algo que decirte, Lucio —dijo, su tono cambiando ligeramente a algo más serio.
—¿Qué es? —preguntó, buscando cualquier señal de preocupación en sus ojos.
—Cuando no estabas aquí, alguien dejó un sobre en las puertas principales —comenzó, su voz calmada pero teñida de curiosidad—. Continuó narrando el incidente, explicando lo que había descubierto dentro.
—¿Por qué no me dijiste esto antes? —preguntó, su tono agudo de preocupación.
—No encontré el momento adecuado —admitió Layla suavemente—. Pero vamos al dormitorio y te lo mostraré.