Después de volver de la visita a la prisión, Layla asistió a una reunión con un cliente importante. Finalmente de vuelta en su oficina, se hundió en su silla giratoria, soltando un suspiro silencioso de alivio. Sacó su teléfono, echando un vistazo a la pantalla. —Lucio debería haber aterrizado en España para ahora —murmuró para sí misma, y sus dedos se cernieron sobre el icono de llamada justo cuando su nombre se iluminó en la pantalla.
Una sonrisa suavizó sus rasgos mientras respondía, llevándose el teléfono al oído. —Justo iba a llamarte. ¿Han llegado tú y Roger sanos y salvos? —preguntó.
—Sí, hemos hecho el check-in en el hotel —contestó Lucio con su tono calmado de siempre.
—Bien. Entonces deberías descansar un poco —sugirió Layla con dulzura.
—No fue un viaje largo —le aseguró él—. Estoy planeando salir pronto para atender a lo que vine. Cuanto antes, mejor.
Ella asintió. —Tienes razón. Solo ten cuidado —dijo ella, con un dejo de preocupación en su voz.