—No te entiendo, Rick. Tus decisiones me parecen completamente imprudentes —dijo Alekis, con una voz cargada de decepción mientras dejaba su tenedor en el plato, un sonido agudo contra este. Tomó su servilleta, limpiándose las comisuras de la boca mientras miraba a Roderick con una mirada severa e inquebrantable. La criada ya había retirado su plato, su eficiencia silenciosa dejando un silencio persistente en la habitación.
—Abuelo, lo siento de verdad —murmuró Roderick, su voz apenas más alta que un susurro.
—¿Por qué, Roderick? ¿Por qué traicionar a Layla por Orabela? ¿Dónde aprendiste ese comportamiento? —el tono de Alekis se volvió más frío—. Y ahora, después de insistir en que amabas a Orabela, dices que has roto el compromiso. Te dije explícitamente que no te involucraras con ella, sin embargo, afirmaste que era la que querías. Ahora terminas las cosas como si fuera un asunto casual. ¿Es todo esto solo un juego para ti?