Layla terminó de anudar la corbata de Lucio, dándole un último y suave tirón. Los ojos de Lucio se quedaron en ella, su mirada cálida y apreciativa, mientras la veía girar hacia la cocina.
Pero antes de que pudiera dar un paso, él agarró su muñeca, tirándola hacia él. —Estamos en el– Mmmh... —ella suspiró suavemente, sus palabras disolviéndose en un gemido bajo mientras sus labios se presionaban insistentemente contra su cuello, su mano descansando firmemente en su cintura, anclándola cerca.
Justo fuera del salón, un par de sirvientas se detuvieron, captando un vistazo de su momento íntimo antes de girar rápidamente, riéndose en silencio una a la otra.
Lucio la giró para enfrentarla, sus brazos rodeándola, atrayéndola aún más cerca hasta que sus respiraciones se mezclaron. Inclinó su barbilla hacia arriba, sus labios capturaron los de ella en un beso ferviente, como si no pudiera soportar dejarla ir.