Alekis dobló el periódico y lo colocó sobre la mesa. Al levantar el platillo, tomó un sorbo de té. —Creo que la familia Rosenzweig tiene muchos problemas con ellos —dijo después de bajar la taza sobre el platillo.
—Padre, es por culpa de Layla. Desde que se casó en esta casa, todo lo que hemos visto son malas noticias —dijo Fiona—. Ella no posee ningún derecho, por eso está actuando de esa manera —agregó.
—¿A qué te refieres? —inquirió Alekis.
—El señor Dario va a declarar a Orabela como la heredera y futura presidenta de los Grupos Rosenzweig mañana. Pero justo hace un día, Layla presentó una queja contra su propia madre. ¿Por qué tu propia madre intentaría matarte? Esa es una acusación falsa. Layla está intentando arrebatar los derechos legítimos de Orabela —explicó Fiona. Sus manos permanecían sobre su regazo mientras las apretaba juntas.
Alekis frunció el ceño y tomó tranquilamente un sorbo de té.
—Buenos días, abuelo, mamá —se oyó la voz de Roderick.