Por la tarde, Layla se preparó en el vestido que Lucio le había regalado. Pasó sus dedos por el collar de oro con esmeraldas rojas incrustadas en él. Esta era la primera vez que se veía tan hermosa en su cumpleaños.
—Señora, está tan hermosa hoy. El Maestro no podrá quitarle los ojos de encima —dijo la sirvienta, quien la ayudó a arreglar su cabello.
Un ligero rubor apareció en las mejillas de Layla al escuchar eso. Sentía las palpitaciones de su corazón, la sensación ya le estaba dando mariposas.
—Gracias —le dijo Layla a la sirvienta antes de levantarse. Sosteniendo el bolso, salió de la habitación.
Mientras bajaba las escaleras, sus ojos se posaron en Lucio, quien estaba en un traje de esmoquin negro de espaldas a ella.
El sonido de los tacones en la escalera de mármol hizo que Lucio se girara hacia ella. El tiempo se detuvo para él mientras sus ojos se fijaban en Layla.