Cuando Layla estaba a punto de entrar en la cocina, Orabela la bloqueó abruptamente. —¿Escuchaste? ¡Roderick me ama! Mira, el anillo ha vuelto a mi dedo —declaró Orabela orgullosamente, mostrando el anillo como si fuera un trofeo.
—Te mereces una basura como Roderick —le respondió Layla, su voz goteando desdén. Fingió sorpresa, llevándose una mano a la boca. —¡Ups! Pero tú también eres basura —añadió, con una sonrisa burlona en los labios.
—¿Qué!? —Orabela frunció el ceño, su enojo hervía bajo la superficie mientras apretaba los puños.
—Parece que le rogaste a Roderick que se comprometiera contigo porque ningún hombre decente te tomaría como su prometida —se burló Layla, pasando a su lado.
Pero Orabela fue más rápida; agarró firmemente el brazo de Layla, deteniéndola a mitad de paso. —¿Crees que puedes simplemente alejarte después de eso? —siseó, sus ojos ardían con furia.