Bajo la sombra de un árbol imponente, Lucio había preparado meticulosamente su picnic en el suelo de césped verde. La tranquila propiedad se extendía delante de ellos, vasta y serena, mientras Augusto corría alegremente por el campo abierto, su risa resonando en la quietud.
Layla tomó una profunda inhalación, saboreando el aire fresco y la tranquilidad a su alrededor. La propiedad se sentía como un oasis, lejos del bullicio del mundo.
—No hay nadie alrededor —observó Layla, sus ojos recorriendo el paisaje vacío antes de posarse en Lucio, que yacía cómodamente sobre la suave tela que habían extendido. Un sombrero de ala ancha le cubría el rostro.
—Es una propiedad privada —explicó Lucio, revelando sus ojos cuando se encontraron con los de ella, su voz tranquila y sin prisa. —No pensé que ir a un parque público fuera la mejor idea.