Tiempo presente:
El fuerte crujido de la bofetada de Layla resonó por la sala de la mansión Rosenzweig, dejando un silencio atónito a su paso. La mano de Orabela se fue a su mejilla, sus ojos grandes llenos de incredulidad. La fuerza del golpe no solo la había sorprendido a ella, sino a todos los demás presentes.
Lucio estaba casualmente junto a la entrada, con las manos en los bolsillos, observando cómo se desarrollaba la escena con un brillo divertido en su ojo. Sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa. —Mi leona finalmente está actuando como debería —murmuró, orgullo brillando en su mirada.
—¡Layla! —Miriam y Dario gritaron simultáneamente, sus voces llenas de conmoción e indignación.
Dario ayudó a su madre a llegar al sofá, mientras Miriam se dirigía hacia su hija, su rostro torcido por la incredulidad.