Por la tarde, Lucio y Layla llegaron a la casa de su padre para cenar. Como todavía había algo de tiempo antes de la comida, Alekis se dirigió a su hijo y le preguntó:
—Lucio, ven a mi habitación. Hay algo de lo que me gustaría hablar contigo.
Lucio echó un vistazo a Layla, quien le dio una sonrisa tranquilizadora. —Estaré bien —dijo ella suavemente.
—Fiona hará compañía a Layla. Deja que pasen un tiempo juntas —sugirió Alekis antes de dirigirse a su habitación con Lucio.
Después de agradecer a la criada que le había traído un vaso de agua, Layla lo bebió lentamente. Fiona, que había estado sentada cerca, intervino con una sonrisa cómplice. —Puedo ver el brillo en tu rostro después de regresar de tu luna de miel. Parece que tú y Lucio se están llevando muy bien.
Layla bajó su vaso y encontró la mirada de Fiona. —Sí, lo estamos —respondió con calma.