—¡Roderick ha pedido una prueba de embarazo! —espetó Dario, mirando a Orabela con fría sospecha—. Acabo de hablar con su madre. Insiste en que se haga en el hospital que posee su familia. ¿No estarás mintiendo, verdad? —Su voz se volvió más cortante—. Será mejor que no deshonres a esta familia. Siempre pensé que eras el orgullo de nuestro apellido, ¡pero eres peor que Layla!
—Cariño, no digas eso —intervino Miriam, su voz llena de preocupación—. ¿Cómo puedes culpar solo a Orabela? ¿Y por qué ella mentiría sobre algo tan serio?
Orabela, con el rostro pálido y surcado de lágrimas, sollozó aún más fuerte. —Papá, no estoy mintiendo. ¿Qué ganaría inventando esto? Roderick prometió casarse conmigo, pero ayer cambió de opinión y me devolvió el anillo. ¡Hasta mencionó a Layla! No me sorprendería si ella está detrás de todo esto. La última vez, su esposo le rompió la muñeca a Roderick. ¿Quién sabe qué podría haber hecho ella para amenazarlo?