«¿No se ve hermosa también mientras trabaja? La sutil expresión en su rostro, que a veces se volvía seria, hace que mi corazón se acelere», pensó, llevando su mano al pecho mientras sonreía lentamente.
—Ahora, podemos irnos —dijo, desviando su mirada hacia Lucio, quien sonreía para sí mismo con la mano todavía sobre su pecho.
—Lucio, ¿en qué estás pensando? —le preguntó Layla, curiosa por saber. Pero él no le respondió.
—¡Lucio! —Layla golpeó su mano sobre la mesa, sacándolo de sus pensamientos.
—¿Eh? —Lucio giró su mirada hacia ella, finalmente saliendo de sus pensamientos—. ¿La reunión terminó? —murmuró.
—Sí. ¿Dónde estás perdido? No puedo creer que seas el director de la empresa. He notado que ahora a veces te pierdes durante el trabajo —dijo Layla como una jefa severa.
—Estaba perdido en tus pensamientos —respondió Lucio y acercó su silla a él. Su rostro se acercó al de ella y ella miró hacia la puerta.
—Cualquiera puede entrar —susurró ella.