—¿No íbamos a cenar? —preguntó Layla suavemente, su mirada fija en Lucio mientras él pasaba los dedos por su cabello, un gesto tierno que hacía que su corazón se acelerara.
—¿Ya es hora de cenar? —preguntó Lucio, su tono burlón, aunque su atención permanecía en ella.
—Sí, lo es —respondió Layla con un suave asentimiento. Se movió ligeramente, apoyándose en su codo izquierdo. Su cabello se derramaba sobre su hombro, brillando en la tenue luz, y casualmente lo recogió detrás de su oreja—. Sylvia debe estar durmiendo en la habitación de invitados por ahora, así que no la molestemos. Deberíamos ir a cenar.
—Claro. De repente tengo hambre —dijo Lucio y observó a Layla ponerse de pie.