Lucio tenía su codo apoyado en el reposabrazos de la silla mientras su pierna derecha descansaba sobre su muslo izquierdo.
—Lucio, es tarde en la noche. Me pregunto qué ha pasado que te ha obligado a venir aquí a esta hora. Espero que Layla no te esté causando ningún tipo de problema —dijo Dario con su tono humilde.
Los penetrantes ojos de Lucio permanecieron fijos en las dos mujeres frente a él mientras ignoraba la pregunta. —¿Quién de ustedes es Serafina? Su voz era baja, cortando el silencio con una autoridad tranquila.
Dario y Miriam intercambiaron miradas preocupadas antes de dirigir sus ojos hacia la mujer que estaba de pie nerviosamente a su izquierda.
—Soy yo —respondió Serafina, su voz apenas superaba un susurro. Sus manos estaban fuertemente entrelazadas y fidgetaba nerviosamente bajo la mirada implacable de Lucio.
El ceño de Dario se frunció mientras se volvía hacia ella, su tono bajando a un susurro preocupado —¿Qué hiciste?