Lucio yacía tranquilamente al borde de la cama, su mirada fija en el rostro sereno de Layla. El suave resplandor de la lámpara de noche arrojaba una cálida tonalidad sobre sus delicadas facciones, destacando su serenidad. Extendió la mano, sus dedos delicadamente entretejiendo su cabello, el dorso de su mano rozando su mejilla como si memorizara cada curva.
Sus lentas y constantes respiraciones rozaban su pecho, anclándolo en el momento. La atrajo más cerca, envolviendo su brazo protectoramente alrededor de ella. —No quiero que te involucres en mis asuntos. Mentirte me hace sentir patético —susurró, su voz apenas audible, cargada de arrepentimiento.
Layla se removió en su sueño, girándose para darle la espalda, su espalda ahora presionando contra su pecho. Lucio siguió su movimiento, cerrando el pequeño espacio entre ellos mientras se acurrucaba contra ella. Sus labios depositaron un beso prolongado en su cuello antes de suspirar y cuidadosamente deslizarse fuera del edredón.