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—Es hora de que te vayas —susurró Layla, su respiración inestable—. Sus ojos sostenían los de él, la intensidad de su mirada bloqueando sus penetrantes ojos azules, ambos sin ganas de romper el momento.
—Hmm. Cuídate —murmuró Lucio, apartando un mechón de cabello de su rostro—. Volveré pronto. Y recuerda, si sales, lleva a Aiden contigo. Sé que eres fuerte, pero la protección también es importante.
—Iré con Aiden siempre que salga —prometió Layla, asintiendo con seguridad—. No te preocupes. No te mantendré preocupado por mí —sus manos descansando en sus hombros. Se inclinó, presionando un suave beso en su mejilla, su calor persistiendo en su piel y haciéndolo sonreír.
Lucio dudó, su mano resbalando de su mejilla mientras retrocedía lentamente, como si no quisiera cortar la conexión.